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Nací de un torbellino en el que volaban unos perros, unos leones, diez mil budas, tres selvas, una cascada, cientos de esfinges, un mago, una chamana, un gusano, una mariposa y una libélula, mil significantes y un significado, lo real, lo simbólico y Jerusalén. Y como el viento que arrancó las hojas rojas, verdes y azules del guanaco para crear al sagrado pájaro quetzal, quiso el torbellino que despertara el cuerpo y danzara la mente para ver nacer el mito.

lunes, 29 de diciembre de 2014

El amor sabe (Seleccionado para la Antología Versos desde el Corazón)

El amor sabe y no cuestiona.
Recorre frondosas praderas,
cruza desiertos y mares,
atraviesa cordilleras.
Nada lo detiene,
no encuentra barreras.

El amor sabe y no cuestiona.
Encuentra tu alma
y la invade entera,
atrapa tu mente
con palabras verdaderas,
hechiza tu cuerpo y lo eleva.
El amor sabe y no cuestiona.
te busca hace tiempo, no huyas, te espera.

20141214 Versos desde el corazón
 

domingo, 21 de diciembre de 2014

Haz que suceda

Mira qué pasa si paro el mundo.
Mirá qué pasa si en solo un segundo
todos los hombres fueran felices.
Mil corazones latiendo juntos.

Qué pasaría si el ruido se apaga
y una sinfonía a ocupar su lugar pasa.
Sueña que todos los niños la cantan
y el amor llega a todas las casas.

Y si, por fín, desde Oriente esa estrella
hoy permanece en el cielo brillando
y la paz invade todo el planeta
y los hombres empiezan el nuevo año amando.

A ver si este año va a ser de verdad
Haz que suceda. Es Navidad.


20141221. La felicidad es una decisión
que hemos de tomar todos los días.

Feliz Navidad

Enciende tus sueños y que éstos iluminen tu caminar.
Imagen de Arena diseñada por la artista Didi Rodan
www.didirodan.com
Miradas de mazapán,
sonidos de cascabel,
sonrisas de Noche de Paz
y Noche de Amor en tu ser.

Abrazos de caramelo,
besos de dulce turrón
reyes, renos o camellos
traigan lleno su zurrón
de amor y buenos momentos,
los que te deseo yo.

Ama, ríe, besa, vive
trescientos y pico días más
que te traiga el dosmilquince
toda la felicidad.

20141221 Enciende tus sueños y que éstos iluminen tu caminar. 
                               Feliz Navidad y 2015.

La reina de blancas

Herida, abatida, en combate caí,
decenas de cuerpos yacen junto a mí.
Un último aliento me queda, por tí,
siento tu batalla, peleando en buena lid.

Cabalgo en tu mente, montada en tus pensamientos.
Continúas, valiente, sin cejar en tu empeño.
Un último paso para alcanzar tu sueño:
la última casilla, del poder eres dueño.

Resucito entonces y vuelo a tu encuentro.
Renovada, con fuerzas, voy al tablero.
Tu lugar ocupo, aceptando el reto.
Sonríes moribundo, abrazo tu cuerpo.

20141221 Escribiendo sueños

Desencuentro

Quise olvidarte cada día, cada noche,
beberme la vida, para no llorarte.
Construí otra historia, para así borrarte
y hoy, todavía, vuelvo a recordarte.

Quisiste tenerme en tus días y noches.
No debías buscarme, y aún así esperaste.
A veces estuve, siempre lo ignoraste,
y tú poco a poco fuiste olvidándome.

Y entonces, hoy, deseo encontrarte,
pero tú no estás,
y ni siquiera lo sabes...

20141221 Versos desde el Corazón 

Jerusalen

Busca la grieta en la Ciudad Sagrada
no sabe por qué, pero ha de encontrarla.
Se deja llevar por cientos de almas
y entre recovecos, llega a la muralla.

Un único anhelo escrito llevaba,
un grito ahogado, a su Dios elevaba.
Un pequeño papel, lleno de esperanza
en la grieta quedó. Se alejó. Lloraba.

Allí lo dejó, Shalom, desde allí rezaba.

20141221 Repaso a 2014

domingo, 14 de diciembre de 2014

Orquestando sueños

Suenan los violines,
las violas, los chelos.
Trinos y mil cantos,
melodía al vuelo.

Baila la batuta,
danza con esmero
la coreografía
de adagios y allegros.

Llevada por la armonía
de mil anhelos y sueños,
dirijo la sinfonía
de mi propio concierto.

20141214 Orquestando sueños


Orgullo y prejuicio

Observa de nuevo atrapada
los barrotes de su encierro.
Quiere volar y no puede,
sentir debe su tormento.

Piensa cómo atravesar
la jaula de su aislamiento,
que encierra su libertad,
su ira, su rabia y sus miedos.

Dos barrotes la separan
de conseguir sus anhelos.
Se llaman orgullo y prejuicio
y no se trata de un cuento.

20141214 Versos desde el corazón


 

Caidas

Luchaba contra el sueño mientras mi compañero disertaba sobre las previsiones de cierre del año. Era la primera exposición que hacíamos en aquel Comité. La mía sería la última.

Llevaba toda la noche sin dormir. Toda la noche me llevó colocar aquellas cifras en el lugar adecuado. Ilusionar sin sobre-estimular. Realismo sin decepción. Lo justo para obtener la aprobación de la Dirección y cobrar los incentivos anuales. Sin generar grandes expectativas para el presupuesto venidero.

Bostecé. Angel Luis continuaba hablando.

- Y así es como pensamos terminar el año un veinte por ciento por encima de.... 

¡Cataplóm!

Un golpe seco dirigió la mirada de la audiencia hacia la petaca del sistema de audio que se había caído al suelo. Mi compañero continuaba su exposición, quitándole hierro al asunto, aunque ya no podíamos oirle.

En la segunda ponencia se desmontó el atril.
En la tercera cayó un foco.
En la cuarta se fué completamente la luz.
No llegué a exponer.

Abrí la puerta de casa y encontré a Juan en el sofá, bajo una manta, rodeado de cientos de kleenex arrugados.

- ¿Cómo estás? - pregunté-
- Llegas temprano - me contestó con voz de pato.
- Sí, hemos acabado antes y he venido a descansar un rato. Me caigo de sueño. ¿Te apetece una sopa caliente?
- Sí, por favor... y recuérdame a menudo que no vuelva a jugar al padel un día de lluvia...

Un golpe seco le interrumpió. La lámpara sobre la mesita del rincón cayó al suelo.

- ¡Mierda! ¡Estoy harto! ¿Qué le pasa a esta casa?
- ¿Qué le pasa? - pregunté sin mirarle.
- ¡Se cae todo!... - gritó.

Se cae todo. 
Todo se cae. 
Sí. 
Todo se cae. 
Las cosas se caen desde que decidiste empezar a verla. 
Algo cae cada vez que te inventas una coartada como la chorrada esa del pádel. 
Algo cae cada vez que contestas una llamada alzando mucho la voz. Recordándole a tu hipotético cliente que estás fuera de tu horario de atención. Que ya le llamarás desde la oficina. 
En cada uno de esos momentos, algo cae.

- Tal vez sean señales.- dije.
- ¿Señales? ¿Señales de qué?
- No sé. - Entré en la pequeña cocina americana abierta al salón y puse un poco de agua a hervir. - Tal vez señales de que tengamos que cambiar de casa. ¿Cuándo tienes que contestar a tu jefe sobre el proyecto de Londres? ¿No íbamos a salir a cenar para hablarlo?
- Bueno, ya hablaremos, no hay prisa. ¡Mierda! ¿Otra vez?. - El frasco de jarabe sobre la mesa se inclinó hacia la derecha. Juan lo cogió al vuelo.- De todas formas hoy no estoy para pensar en ello.

Miré el jarabe en su mano, horrorizada. 
Ya lo has decidido. 
Lo has rechazado sin decirme nada. ¿Por qué? ¿Por ella? 
No quiero pensar, no quiero preguntar. Lo sabré. Sabré si me va a dejar o la dejará a ella. Algo caerá y lo sabré. 
O tal vez se caerá lo nuestro. 
O tal vez se ha caído ya.

Suena la alerta del móvil. "Llamar a Andrea". Sí, eso, llamar a Andrea. Esta tarde tenemos cita en la universidad.

- Andrea, soy yo. ¿Qué hay de lo de esta tarde?
- Sí, si. Confirmado. No te preocupes. A las siete. Oye, ¿tú no estabas en no sé qué Comité?
- Bueno, digamos que ha acabado antes. Y dime, ¿de qué va lo de hoy?
- Es fascinante - sonó emocionada la voz al otro lado del teléfono-. Es sobre los estudios de Princetown y la consciencia global del planeta...
- ¿La qué? Andrea estás chalada. Dime si vendrá él.
- Claro que vendrá, ya hemos quedado...
- Está bien, no pienso tragarme un rollo más de estos, necesito hablar con ese hombre.
- Que sí, hija, que está todo acordado... Es a las siete. Se puntual.
- Perfecto, te veo luego.

Colgué a Andrea dejando, exasperada, el teléfono en la encimera. El agua hervía, eché los fideos mientras pensaba en aquella conferencia a la que me arratró mi amiga justo hacía dos meses. Justo cuando todo empezó a caer.

Fue una tarde lluviosa, como la de hoy. El móvil vibró en medio de la charla. Los ojos de todos los asistentes, intelectuales insaciables absortos en las palabras de aquel extraño ponente se volvieron a mirarme.

- Ssssss - me castigó Andrea.
- Lo siento - susurré.- Me he olvidado de silenciarlo.- Era un mensaje de Juan. "Trabajaré hasta tarde. No me esperes levantada".

Un golpe seco interrumpió al orador. Uno de los libros sobre su mesa se había precipitado al vacío.

- Prosigamos, continuó el profesor al identificar el motivo del golpe.

Al final de la charla Andra se acercó al estrado.

- Ven - me dijo.- Quiero que me dedique su libro.
- ¿Qué libro?- pregunté.- ¿De qué va? - Andrea me miró con cara de asesina.
- No te has enterado de nada, ¿verdad? El libro del profesor Alvarez Valencia y su conferencia de hoy hablan sobre la ampliación de la consciencia. Cómo entrenarla para percibir más, señorita cuadriculada. No sé para qué me molesto en traerte... no se ha hecho la miel para la boca del...
- ¡Oye!...

Aquella había sido la primera vez. La primera caída. En aquella conferencia sobre ampliación de la consciencia.

Conduje con cuidado pues la lluvia caía copiosamente, un poco más lentamente que la tarde.

Un vigilante de seguridad se acercó hasta el coche.

- Buenas noches señora... ¿se dirige usted a...?
- Pabellón E. aula Magna.- contesté.
- Es el edificio a su izquierda. ¿Desea que la acompañemos? dijo señalando el pareaguas abierto con el que se guarecía.
- No gracias, llevo uno.  Muy amable.

Encapotada y sorteando los charcos llegué junto a Andrea que me esperaba a la entrada.

- Me tienes intrigadísima.- Me dijo al oído mientras juntábamos las mejillas. - Ven, nos espera.

Un hombre se encontraba en la entrada del Aula, junto a un banco. Era el profesor Alvarez Valencia.

- ¿Señoras? - dijo el hombre, cuando nos aproximamos.
- Bueno, yo les dejo. - Dijo mi amiga entrando en el Aula abarrotada. La puerta se cerró a su espalda.
- Espero que seal algo importante. Voy a perderme la ponencia de un buen amigo.
- Le agradezco su tiempo. Es importante, se lo aseguro. ¿Nos sentamos?-dije tomando asiento en el banco. El profesor se sentó a mi lado. - Verá, no sé si recuerda que el día de su conferencia cayó un libro de su mesa sin motivo aparente...
- No. No lo recuerdo. ¿Tiene alguna importancia? - La voz cortante de aquel hombre me hizo sonrojar... - No irá a contarme alguna tontería como que cuando alguien pronuncia una falsedad en su presencia caen objetos al suelo, o algo así.
- ¿Disculpe? ¿Cómo lo sabe?
- Capítulo III de mi libro "Cómo ampliar la consciencia". Si aplica usted las técnicas que explicamos en la conferencia estará más abierta a percibir, recibirá más estímulos que asociará con otros acontecimientos y creerán que están relacionados.
- ¿Cómo? Pero, no es posible... mire, lo tengo comprobado.
- Tonterías.
- Puedo probarlo.- El hombre me miró desafiante.
- Adelante.- dijo.
- Mientame sobre su edad.
- Tengo veinticinco años- dijo el profesor, malhumorado. - Un botón de su gabardina cayó al suelo, entre ambos.
- Estaba mal cosido.- Dijo el hombre.
- ¿Cómo?... Diga que me ama.- contesté rápidamente.
- La amo.- La bombilla que se encontraba sobre nosotros soltó un leve zumbido y se apagó...- La tormenta, sin duda, señora.- El profesor se levantó y me miró con frialdad.- Si me disculpa, creo que voy a entrar a esa conferencia.
- Pero... - dije mientras veía cómo se alejaba y abría la puerta del Aula Magna. Las voces del interior invadieron el vestíbulo.
- El hombre necesita creer.- Me dijo volviéndose un instante antes de adentrarse en el aula.



20141208 Realismo fantástico

De amor y de sombras

Las descubrí un buen día
y entonces lo comprendí,
olvidarte no podía
aunque lo intenté, sin fin.

Allí, escondidas, furtivas,
besándose con frenesí,
estaban tu sombra y la mía
queriéndose, amándose, sí.

Y ahora ando por la vida
buscando mi sombra y a tí.

20141214 Versos desde el corazón
 

Los Nardos


Parrondo Estévez (Madrid, 1.980), joven cineasta de culto que acapara cada ciclo de cortos en La Casa Encendida, se estrena con una fresca novela, a veces inocente, a veces tan ligera, que si no conociéramos su autoría pasaríamos de puntillas sobre ella.

No obstante, es sabido que este genial guionista, productor y director, no da una puntada sin hilo, por lo que, si buceamos entre sus líneas, encontramos una genial zarzuela del siglo XXI, ambientada en los más castizos rincones de la capital.

 
Escrita en primera persona, la obra nos adentra en las vivencias y pensamientos de Alfredo, un digamos afortunado treintañero mileurista, a pesar de su carrera universitaria de informático y sus dos masters, que vive en un piso compartido situado en un antiguo pero reformado edificio de Chueca, junto a otras dos chicas, María y Ana, y un antiguo compañero de la carrera, Ovidio.

La estructura de la obra, a semblanza de las piezas del género chico, comienza con una presentación de los personajes, en una escena en la que Ovidio, de carácter ermitaño y de profesión hacker, tenía que encargarse de la cena del grupo, pero se le olvida. María, gallega, y  profesora de literatura, a pesar de tener decenas de exámenes que corregir, se encarga, sin un reproche, de preparar todo para que sus compañeros no carguen contra aquel curioso personaje, que es su preferido en la casa. Ana, ejecutiva de marketing que trabaja con un contrato en prácticas para menores de 30 en una famosa agencia de comunicación, y Alfredo, programador en una multinacional, se lo agradecen enormemente.

El ambiente en la cena es desenfadado y un poco sarcástico hacia Ovidio, y las bromas sobre la sobreprotección de María hacia él, y la predilección, un tanto competitiva de Ana y Alfredo hacia María, hacen que el ambiente suba de tono, hasta que suena el timbre.

Aquí aparecen los villanos de la historia, en formato de Eugenio, el avaro casero de Alfredo, un también informático jubilado, y su hija, Encarna, una deliciosa jovencita de 18 años que le tira los tejos a todo lo que se menea.

Eugenio encarna a la perfección el personaje de la vieja portera cotilla, y combina elementos como una ancestral capacidad de espionaje tras sus macetas de Nardos, mientras hace como que los riega, secuestro de correspondencia, escucha tras la puerta y la mirilla, y escaneo de conexiones a internet, pues Ovidio ya le ha pillado más de una vez robándoles ancho de banda.

El casero se aprovecha de que un par de inquilinos anteriores a los actuales dejaron de pagar a Alfredo, y que éste le debe algunas cantidades, para pasarse por el piso y amenazarles con contar algún secretillo recién descubierto, real o inventado, e intentar sacarles la pasta que no tienen.

A todos les desagradan sus visitas menos a Ovidio, que ya ha descubierto de él mucho más de lo que necesitaría para contrarrestarle, y le encantan los movimientos seductores de su hija, que debe ser la única chica del mundo que le mira así. Bueno, que le mira.

A los personajes del piso y sus relaciones amistosas y amorosas, que no pueden faltar en una buena zarzuela, ni vamos a desvelar en esta crítica para no chafarle las sorpresas al lector, se une la muerte de una misteriosa mujer en el portal de la casa, por caída accidental de una de las macetas de nardos de Eugenio.

La aparición de Marcos, un policía gay que simpatiza con Alfredo desde el primer momento, les lleva a ser conocedores de la historia de la fallecida, y su antigua relación con el edificio desde tiempos en los que el casero chantajista adquirió varios de los pisos del inmueble.

Las sospechas y el interés de los habitantes del piso por inculparle, les involucrará en una suerte de situaciones surrealistas, que se desarrollan en diferentes lugares de moda de la capital, y que coinciden con los ya descubiertos en algunas de las cintas del autor, de modo que Estévez aprovecha de nuevo para hacer propaganda a sus amigos.

Todo ello combinado con lugares emblemáticos como el Palacio de Cristal del Retiro, el café Gijón, las Visitillas, El Viaducto, el oratorio del Caballero de Gracia y tantos otros en los que se encuentran las pistas para desentramar el misterioso fallecimiento a causa de traumatismo por Nardos.

No obstante, la juventud de los personajes, los lugares de tendencia, el tono picante en algunas de las escenas, los entresijos sexuales de distintos tintes, como no podía ser menos desarrollándose la obra en Chueca, hacen que el ritmo y las situaciones ligeras acompañen a otras más metafísicas como las historias personales de los protagonistas y sus reflexiones sobre el existencialismo y el futuro.

La obra, en definitiva, encierra una crítica social a la situación vivida por profesionales cualificados entre los treinta y cuarenta años, sin pareja estable, llevando una vida que perpetúa la adolescencia a causa de la precariedad laboral.

Sin embargo, cuanto más gana fuerza la historia es cuando se aleja de dicho trasfondo para acercarse, de manera sutil y estilo humorístico a alguno de los momentos totalmente carentes de realismo que envuelven su devenir.

Junto a ello, Parrondo intercala algunos recursos literarios inesperados como este acercamiento al extrañamiento que se produce en el capítulo VII, con el que queremos despedir esta crítica animando a nuestros lectores a leer esta ópera prima, y que queremos reproducir a continuación:

“No entiendo por qué tenemos que irnos ya. Salir a la calle y encontrarnos con ellos. Hacía mucho que no los veía de nuevo. Y sin embargo ahí están, como si siempre estuvieran.

-          María. Cuidado. Los cíclopes…

De una altura de hombre y medio, se apostan a cada lado de la calle y nos miran con su terrible ojo rojo brillante y resplandeciente, manejando a su antojo nuestra voluntad. María conduce y lo sabe. Todos lo saben. No llego a recordar de dónde salieron, cuándo vinieron, cuando nos sometimos a sus normas, pero lo hicimos.

Me duele la cabeza, no quiero mirarlos. Tengo los ojos cerrados y el miedo y la repulsión se entremezclan en mi estómago y centrifugan. Me sujeto con las manos para no ensuciar el coche.

María conduce y está sola. Ovidio y Ana se fueron antes. No estás siendo muy caballero. Anda, abre los ojos y enfréntate como un hombre.

Abro apenas mi ojo izquierdo y los veo de nuevo. Aquellos gigantes indolentes. El de la derecha tiene un brazo gigante que se eleva por encima de la calle y en ese brazo luce otro de sus ojos.

Todos los coches se detienen frente a ellos, pues es lo que quieren, que te sometas frente a su mirada. ¿Cuándo programaron esa orden en nuestros cerebros? Algunos insensatos quisieron desafiarles, pero cosas horribles suceden entonces. Colisiones, accidentes, incluso los agentes de tráfico les obedecen y te multan por haber osado a transgredir sus dictámenes.

Mientras permanecemos detenidos, los peatones campan a sus anchas por la calzada.

De repente, los cíclopes cierran sus ojos de fuego y abren sus bocas, mostrando unas fauces de color verde. El pánico se apodera de todos los presentes. Los vehículos apostados en las posiciones de atrás comienzan a pitar y los de adelante se apresuran a ponerse en marcha.

-          ¡María, arranca! – le digo.

Pasamos por delante de ellos e intento huir del pensamiento de ser engullido por ellos… a ambos lados de la calle vamos dejando atrás parejas de cíclopes con sus ojos cerrados y sus bocas abiertas. Vamos a toda velocidad. Es importante avanzar mientras no abran de nuevo su brillante ojo rojo.

Pero no, a unos metros de nosotros, una nueva pareja hace iluminar su anaranjada nariz. Es la señal. Es lo que hacen los cíclopes cuando van abrir sus ojos de fuego.

Algunos coches aceleran para huir de sus campo de visión, pero el resto, los más rezagados, frenamos para rendirles de nuevo respeto con nuestra inmovilidad.

No puedo verlo. Me aterra. Empiezo a gritar y María se pone nerviosa.

-          Dios, Alfredo, ¡calla de una puta vez! Es lo que me faltaba…

Lo estoy haciendo mal, muy mal, después de los acontecimientos de los últimos días y ahora esto, María necesita que la proteja, no que la altere… sin embargo, no puedo más y me quedo dormido.

No sé cuánto tiempo ha pasado. El coche está aparcado en nuestra calle y María me zarandea:

-          Vamos, Quijotiño, despierta, ya hemos llegado. Se acabaron los gigantes. Menuda te has cogido con la ginebra de garrafón de la disco.


 

20141102 Critica Literaria + Extrañamiento